martes, 5 de julio de 2016

Horacio Castillo


Apenas por un poco más de luz


Hemos sido mucho tiempo prisioneros de los conceptos.
Demasiados han muerto por una palabra,
o menos, por su sombra,
para seguir haciéndolo.

Seamos honestos: luchamos, sí,
pero apenas por un poco más de luz,
la dignidad de haberlo intentado.






Al  pie de la letra


Ciudadanos: he sido probo. Escrupulosamente hice
lo que la ley no prohíbe y no hice lo que prohíbe,
de tal manera que podéis considerarme un hijo dilecto,
uno más e los que cerraron su oído al motín, el
        corazón a la aventura.
Cada vez que la ciudad dijo sí, dijeron sí mis labios,
y dije no cada vez que la ciudad dijo no.
¿Quién me ha visto discrepando en las asambleas?
¿Quién conoce la naturaleza de mi causa?
¿Quién se agravia del pro o el contra?
Nadie puede levantar un dedo contra mí,
nadie ofrecer prueba, dar testimonio, torcer hechos,
        proferir injuria,
y quien lo hiciese atraería sobre su temeridad unánime
        sanción,
porque nadie, ciudadanos, me conoce como vosotros,
y nadie como vosotros sabe que he cumplido al pie de
        la letra
ahorrando a la ciudad un verdugo, al porvenir un héroe.





Ladrón de ojos escarlata


Yo, el marrano, el traidor, el ladrón de ojos escarlata,
diré el secreto de mi longevidad:
boca arriba, contra las gargantas del cielo,
devoro los huevos de la luz.
Yo bebo la agria copa del mediodía,
yo desciendo a los nidos del atardecer,
yo apareo la ardiente hembra de la madrugada.
Yo, el marrano, el traidor, el ladrón de ojos escarlata,
saqueo el sueño de los niños,
y como un tábano sobre el lomo del universo
mantengo libre el mal, joven al mundo.





Navegante solitario


Desde ahora, cada milla que navegue hacia el oeste
me alejará de todo. Han desaparecido las señales
de vida: ni peces, ni pájaros, ni sirenas,
ni una cucaracha zigzagueando en la cubierta.
Sólo agua y cielo, el horizonte destruido,
el mar, que canta como yo siempre la misma canción.
Ni peces, ni pájaros, ni sirenas,
ni esa extraña conversación en la sentina
que el oído percibe en las horas de calma.
Sólo agua y cielo, el rolido del tiempo.
A la noche, la estrella Achernar aparece en la proa;
entre los obenques, Aldebarán; a estribor,
un poco más arriba del horizonte,
Aries. Entonces arrío, duermo. Y la nada,
mansamente, viene a comer de mi mano.





Elegía


Escucha el canto del ciego amenazado de muerte.
El viento dispersa un pueblo de hojas cifradas
y sobre la colina, a lo lejos, la hoguera de silencio.
Hay algo corroído aquí, todo huele a humedad
y agua estancada, a raíces podridas.
Las manos, torpes, recogen los últimos fragmentos:
espíritu, alma, cuerpo, pura tribulación,
y el galope del caballo por la pradera devastada.
Despídete del jardín, despídete del escarabajo
que nada placenteramente a la sombra del nogal,
llora por la suerte de la apática piedra
y pregunta al que queda: tierra o fuego.
Ya no hay lengua bajo el elegíaco sol.
Sólo estertores, aire suficiente para una bocanada
antes de que calle lo que nació para callar.


Castillo Horacio, "Por un poco más de luz: Obra poética 1974/2005", Córdoba, Brujas, 2005.












No hay comentarios:

Publicar un comentario