jueves, 30 de enero de 2014

Claudia Masin


La música

Se cuenta que hay rocas que entran en erupción
de repente. De la nada, dicen algunos,
o del corazón agreste y súbitamente tierno
que las hace temblar como si el odio
de vivir y no moverse fuera igual
que esa insólita dulzura, el reverso:
inofensivo volcán de las cosas olvidadas de sí
hacia el mundo que espera del silencio
una señal.



Terremoto

El lugar desde el que despierta y crece la sorpresa
que la tierra se lleva de sí misma, el regocijo
de todo ser callado cuando su secreto
al fin se revela.



Grafito

Una noche de luna llena, en la hamaca del jardín,
están sentadas. La madre canta una canción
que repite y repite, podría decirse hasta el cansancio,
sólo que la hija no se cansa: se encanta, se duerme.
Desde esa noche, para la hija, escribir
será escribir la pérdida de ese momento.
La escritura de la canción de la madre demora
el final de la canción misma. Las palabras
existirán para crear esa demora, un instante
suspendido entre la voz y el silencio. Y por eso,
la hija las escribirá con esa facilidad dichosa
con que sólo pueden hacerse
ciertas cosas imposibles.



Dunas

Las dunas cambian de lugar, emigran.
Llevadas por el viento llenan las cuencas secas de los ríos.
Allí sus crestas de arena imitan la curva
de las olas alzándose al vacío. Preciosa la aridez
en su juego de equívocos.



Árboles secos

Al secarse, los árboles ayudan a conservar
la vida de las selvas. El tiempo se deposita
en la materia vegetal y la descomposición
es su caricia lenta. El viento labra
caprichosas figuras en las rocas desérticas.
Cada muerte deja sobre ellas un dibujo diferente.
Una letra única que el azar regala
y las piedras aceptan.


de Geología, Buenos Aires, Curandera , 2011.

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