Gilles Deleuze dijo una vez que
“un escritor es siempre como un extranjero en la lengua en que se expresa, aún
si es su lengua natal. Un extranjero en su propia lengua. Labra en su lengua
una lengua extranjera no preexistente”.
Carolina Massola, en su primer
libro, conoce a fondo esa utopía poética de nombrar lo imposible; de ahí su
hincapié en la brevedad, en lo epigramático, en el silencio como interlocutor
privilegiado del diálogo lírico que se establece “con-dentro” del lenguaje.
Es un verdadero “estado de
gracia” (Carolina lo sabe) el momento en el cual el lenguaje irrumpe en busca
de sentido, de comprensión, de unión (esa unión perdida) con el mundo, y del
apasionado intento de “tocar” esa ausencia;
en este ahora en que el barro salpica mi lengua
sólo esta escritura dice lo que no puedo hablar
“Estado de gracia” está bordado
con verdaderas miniaturas metafísicas colmadas de belleza:
condenada al silencio dentro del remolino
el tiempo es el mismo
El yo lírico se desdobla y ruega:
encerrada entre la hoja y yo intento ser algo más bello
algo puro que nadie pueda
tocar
El estado de gracia del que habla
el título incluye una gracia de lenguaje; hallazgos de lenguaje que templan el
dolor, lo conjuran. Carolina Massola nos entrega los poemas con suavidad, como
espiando detrás de la puerta; poemas - piedritas luminosas (aunque sean
ásperas), que fue encontrando en las orillas de la existencia.
no negaré la flor en el ojal
tengo un cementerio lleno de flores donde olvidarla
los santos se burlan
sus dientes impecables brillan en mi oscuridad
Una sabiduría ancestral y rara,
dada su juventud, flota en este libro y nos conduce a ese poder que la poesía
conlleva: el territorio de lo esencial, del origen; fragmentos de sombras que
rodean nuestra identidad y dejan una huella de ese misterio que somos.
Esa sabiduría que menciono no
puede, claro está, desconocer la intemperie, la herida constante de la
conciencia de la escritura:
construyeron un collar de palabras
para ahorcarme con ellas
Y
las paredes callan
ellas sólo aprietan los cuadros colgados
A veces, la desesperación ocupa
todo el lugar y la sutil ironía desaparece:
he reclamado con aullidos
sobre cadáveres blandos
una caricia de perro una ilusión de canto
Carolina canta con destreza
mientras espera la “ilusión de canto”. Tampoco, palabra completa la suya, puede
eludir la crueldad:
mato niños como moscas
en el sueño de cuatro paredes blancas
En el final del libro nos abre
una puertita esperanzada y vívida:
siempre habrá una orilla donde descansar
Si la palabra poética atesora
tanta verdad es porque nos entrega certeza (la intensidad de la certeza) y nos
habla siempre de la vulnerabilidad de la condición humana, esa fragilidad más
preciada y preciosa; la vida. Una linterna en la oscuridad. Esa linterna, ese fanal, es
exactamente lo que nos entrega Carolina Massola en este libro, que celebramos
hoy y agradecemos.
Quiero terminar con un acertado
texto del poeta italiano Valerio Magrelli, que parece escrito para esta noche:
Prefiero venir desde el silencio
para hablar. Preparar la palabra
con cuidado, así llega a su orilla
deslizándose sumisa como una barca
Paulina Vinderman
Buenos Aires, marzo
2010
Hermoso poemas, hermosa ella.
ResponderEliminarRecién encuentro esto acá... Gracias! Abrazo!
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