viernes, 1 de marzo de 2013

J.R. WILCOCK

  LA FLOR

                               
YA MAJESTUOSAMENTE la noche se despliega
sobre todas las plantas.

Oh déjame besar tus manos,
tus labios, en la sombra.

Veo una hermosa flor entre los yuyos.



  LOS SAUCES


TODO el día he seguido dentro de mí
una corriente clara como las noches del verano,
el agua es verde y transparente;
todo el día te he recordado.

Ven, somos jóvenes y aquí pasa el amor
flotando entre la luna y el viento,
ven, que el aire concede tus labios a los míos;
oh, los sauces, los sauces pensativos!



  IV


DE NUEVO en mí,
oscureciendo mi vista, levantando nubes
de polvo sobre un río dormido,
el amor,
como una flor cálida que se abre en mi pecho.
De nuevo solo, con una rama en la mano,
y envuelto por los círculos de un viento que se lleva
     el mundo
arrastrado, deshecho en pedazos grises.
Esperando, midiendo el curso de las estrellas,
cantando como si no tuviera un cuerpo
ni un nombre; desaparecido.



  VIII

SOLO, arrastrado contra una pared en el sol,
contra el canto de un cardenal; no hay nadie más
en el mundo. El amor está llenando todo
de arena y de nubes, inocente, cruel como el agua
que se cubre a sí misma; tal vez,
si apareciera un ángel en la ventana
con un violín, repitiendo una frase melancólica,
me perdería en lágrimas, como si nunca,
nunca, pudiera ya suceder
algo. En esta sombra de arañas
quiero llamarte; que tu rostro suave
no me vea deshecho, mordido
por la humedad, junto a una fuente que murió de noche
como los pájaros.



selección de Los hermosos días, 1a ed.- Buenos Aires, Emecé, 1998





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